miércoles, abril 12, 2006



Clara sentía un gran placer al rosar su espalda en la gorda y peluda barriga de Eduardo, mientras ella tocaba su grasoso trasero y al mismo tiempo se untaba mantequilla en el critoris. Él tomaba con suavidad la mantequilla y se la embarraba por encima de los cenos duros y pequeños.


Durante todo el acto, Sabrína escondida en el ropero, podía verlos a través del espejo, que daba directo al baño. Rosaba con ancias de sangre aquel cuchillo mantequillero que robó del restaurante en el que ella y Eduardo cenaron la noche de San Valentín.

Clara chupaba el pequeño miembro embarrado de la mantequilla sin sal que tanto le gustaba, que se escondía bajo la enorme y peluda barriga de aquel tipo gordo, mientras él se retorcía de la enorme exitación que sentía.
Sabrína se dió cuenta que ese era el momento perfecto. Mientras aquella zorra se comía aquel trozo gordo y él sentado en el retrete tapado enormemente exitado, salió del ropero, y se dispuso a matar a ese maldito.

Se acercó con cuidado, aun que difícilmente se darían cuenta, ya que estaban muy ocupados. Se acercó a su cuello, y gritó con odio:
-!Muerete hijo de la gran reputisima madre!, Ahh! Ahh!.-

Clara le mamaba el pene mientras eso pasaba, estaba cegada, emocionada por el sabor de su mantequilla favorita.
A Clara le exitaban dos cosas, la mantequilla sin sal, y los hombres gordos y peludos. Era muy fea de la cara, piel amarilla y cuerpo practicamente plano. Pocas veces tenía acercamientos con hombres, y el estar con Eduardo era un momento que no podía dejar pasar.

Ella se percató de todo cuando sintió la sangre escurriendo por los pelos sobre el ombligo de Eduardo, se levantó y sintiendo verguenza y miedo al estar desnuda y ver a ese gordo muriendo se dirigió a la recamara y después a la sala, intentando escapar. Sabrina la persiguió y la alcanzó e. La derribó y en el piso la empezó a acuchillar en el pecho, hasta que yació muerta, en medio de la sala, con la TV prendida, sintonisando un canal pornográfico.

Sabrina sintió un gran placer al matar a ambas personas. Regresó al baño, Eduardo seguía sentado y muerto, pero murío con la verga parada.
Tomó el cuchillo mantequillero escurriendo sangre y lo metió en el bote de matequilla, y lo untó en aquella verga gorda, usando la mantequilla como lubricante.
Se quitó la falda y los calzones, se sentó de forma que el pene penetrara en su vagina, y empezó a moverse de forma tal que después de unos minutos sintió un largo y jugoso orgasmo. Al instante callo muerta sobre la pansa gorda y sangrante de Eduardo. El veneno que ingirió antes de salir del ropero hiso su trabajo.

1 comentario:

vergudo-82 dijo...

jaajja, muy buena novela